de Juan Cruz

A pesar de su nombre inglés, el mindfulness o atención plena tiene un origen oriental, que algunos remontan al mismísimo Buda o a antiguas escrituras religiosas hindúes. En palabras de Miguel Ángel Vallejo se trata de: “Atención y conciencia plena, presencia atenta y reflexiva. Los términos atención, conciencia y referencia al momento concreto están incluidos de lleno en su significado. Viene a plantear, por tanto, un empeño en centrarse en el momento presente de forma activa y reflexiva. Una opción por vivir lo que acontece en el momento actual, el aquí y el ahora, frente al vivir en la irrealidad, el soñar despierto”.

Para conseguir la atención plena se realizan distintos ejercicios de relajación, respiración, conciencia de las sensaciones corporales y meditación. Si alguien quiere ponerse ya a ello, puede encontrar una guía bastante utilizada en el libro Aulas Felices de Arguís, Bolsas, Hernández y Salvador (2012, 2ª edición) y sus anexos.

Para los más prudentes, miro un poco cómo está el estado de la investigación en torno al mindfulness, que la hay, puesto que no es una gran novedad: el primer estudio que he encontrado que habla del mindfulness es de 1988, así que igual estamos celebrando el 25 aniversario de la llegada del concepto a la psicología y la educación.

En la base de datos ERIC aparecen más de 300 referencias al concepto. Como no tengo intención de consultarlas todas busco las revisiones que se hayan hecho. Hay dos metanálisis relevantes que encuentran que el mindfulness produce efectos positivos en problemas de ansiedad y depresión. Una de las revisiones se centró en el tratamiento de esos problemas en enfermos de cáncer. Además existen un par de revisiones narrativas (menos objetivas que las revisiones sistemáticas con metanálisis) sobre el uso escolar del mindfulness. La más reciente es Mindfully teaching in the classroom: a literature review.

Respecto a la aplicación del mindfulness en el tratamiento del TDAH existen algunas investigaciones. Curiosamente en las primeras que he consultado el entrenamiento en técnicas de conciencia plena se aplicaba tanto a los hijos como a los padres. Singh, Singh, Lancioni, Singh, Winton y Adkins (2010) encontraron un aumento en la obediencia de los dos niños tratados, van der Oord, Bogels y Peijnenburg (2012) señalan que los padres apreciaron mejoras en los síntomas del TDAH y una reducción de su estrés. En cambio, los profesores no apreciaron ningún cambio significativo, y van de Weijer-Bergsma, Formsma. de Bruin y Bogels (2012) encontraron mejoras en el comportamiento de adolescentes, apreciadas por ellos mismos, sus padres y sus profesores, y en los resultados en tests de atención. Los efectos de la intervención habían aumentado 8 semanas después de su fin, pero habían desaparecido a las 16 semanas. No siempre el entrenamiento es para toda la familia: en un estudio de Zylowska y colaboradores (2008) en el que se enseñaron técnicas de conciencia plena a adolescentes y adultos con TDAH.

Además hay algunos estudios que, sin ser realizados en personas con TDAH, han estudiado la eficacia del mindfulness en áreas con las que las personas con TDAH suelen tener problemas como la memoria de trabajo (Jha, Stanley, Kiyonaga, Wong y Gelfand 2010) o el control ejecutivo (Flook, Smalley, Kitil, Galla, Kaiser-Greenland, Locke, Ishijima y Kashari 2010).

Opinión

La investigación sobre el entrenamiento en mindfulness o conciencia plena para personas con TDAH todavía no está madura: se han publcicado algunos estudios con resultados dispersos, aunque apuntan a que se producen mejoras. Antes de que se puedan hacer recomendaciones sobre si es conveniente usar estas técnicas para conseguir mejoras en personas con TDAH sería bueno poder responder a las siguientes preguntas:

  1. ¿Qué formas de entrenamiento en mindfulness existen? ¿Se obtienen resultados positivos con todas ellas o con alguna de ellas? ¿Qué duración y qué intensidad tendría que tener el tratamiento?

  2. ¿Existen diferencias debidas a la persona que dirige el entrenamiento? ¿Es recomendable que tenga algún tipo de formación especial?

  3. ¿Qué parte de los resultados obtenidos se puede deber a artefactos como el sesgo de publicación, efecto placebo, o problemas de control en la obtención de datos?

  4. ¿En qué áreas en las que las personas con TDAH suelen tener problemas se obtienen mejoras? ¿Se puede realizar alguna hipótesis sobre qué cambios son los que producen esas mejoras?

  5. ¿Se mantienen a lo largo del tiempo los resultados obtenidos? ¿Es necesaria alguna actuación para favorecer su mantenimiento?

Entre los investigadores es todo un tópico incluir una conclusión que diga: “es necesario que se realicen más investigaciones sobre este tema”, o algo parecido. En este caso no se trata de un relleno: convendría localizar más investigaciones (y si no existen más, realizarlas) para poder analizarlas conjuntamente, lo que permitiría empezar a responder a algunas de las preguntas anteriores

Tomado de: http://educaciontdah.wordpress.com/

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